Estar en paro no es tan divertido como uno puede llegar a imaginar. Al principio piensas que es una suerte tener una época de tu vida en la que no te comen las responsabilidades, los horarios, el estrés, las tareas pendientes, el cansancio, el agotamiento, la falta de tiempo para todo, en fin, todo lo que conlleva trabajar ocho horas al día…
Cuando trabajas piensas que no tienes tiempo para nada. Te levantas cada mañana y tu primer pensamiento es: “Ojalá estuviera en paro y pudiera levantarme a las doce de la mañana en vez de a las siete, ni siquiera se han apagado las farolas aún. El cielo está oscuro y no hay un alma por la calle”.
Ahora sal de la cama y congélate un rato hasta que consigas que tu cuerpo se adapte a la temperatura de la casa. Tómate una gran taza de café mientras intentas con gran esfuerzo abrir los ojos del todo y elegir la ropa que llevarás al trabajo. Qué rollo, hoy tienes reunión con los padres y tienes que ir mona… ahora píntate, arréglate un poco el pelo e intenta peinar ese flequillo que hoy se ha levantado un poco rebelde. Una vez que te has vestido y has conseguido estar un poco decente, coge todos tus libros, tu agenda, la reunión que te has preparado y tira hacia el trabajo.
Si vas andando te evitas los grandes atascos, el frío del coche y los pitidos de todos los trabajadores estresados que te encuentras cada mañana. Es una gran ventaja poder ir andando al trabajo, aunque no piensas lo mismo cuando la mañana es tormentosa y no deja de llover durante horas. Llegas mojada al trabajo, con ganas de que la cosa vaya bien y con ganas de que se termine la semana.
Los problemas te esperan en la puerta del colegio. A Jorge se le ha olvidado el chándal para gimnasia y no deja de llorar, Juan hoy viene un poco revuelto y te han avisado de que es posible que vomite en clase, ya que es lo que ha hecho durante toda la noche. Pedro no deja de meter los dedos en el enchufe y de pegar a sus compañeros y como no, Carlos llega tarde y tienes que buscar su baby, su agenda y poco más su cabeza. Para colmo te das cuenta de que se ha estropeado la luz en tu clase, qué mala suerte y encima con el día que hace hoy.
Por lo menos la primera hora la tienes libre y aun tienes tiempo de asentarte al día. ¡Oh no!, el profesor de gimnasia está enfermo, te toca dar a ti la clase… qué bajón, tú contabas con organizar las agendas durante esa hora y buscar los libros que aun les faltan a cuatro de tus alumnos… ahora baja al gimnasio, intenta ponerles a todos en fila y hacer que bajen en silencio. Imposible, la clase de gimnasia les gusta demasiado y bajan como locos las escaleras. Uno de ellos se cae… lo que te faltaba, busca el botiquín y cúrale la herida mientras el resto de alumnos te gritan: “Profe quiero hacer pis, profe me duele la tripa, profe Alba me está pegando…”
Por dentro piensas: “Qué ganas tengo de estar en paro y disfrutar durante unos minutos del silencio”.
Una vez superado este pequeño percance vuelves a clase con tus alumnos, uno de ellos accidentado, otro mareado y Pedro con los pelos de punta de tanto meter los dedos en el enchufe. La mañana va bien. Te toca tutoría, así que decides charlar un ratito con ellos sobre las normas del colegio. Después les bajas al patio.
Qué bien, qué descanso, ahora por lo menos puedes desayunar tranquila y fumarte un cigarrito.
Vas camino a la calle cuando sin quererlo te cruzas con tu compañera que te pide por favor que le hagas el turno del recreo… cómo la vas a decir que no… hoy por ti, mañana por mi, aunque piensas: “A mí el mañana nunca me llega…“. Desayunas unas pequeñas galletas que te has traído de casa, acompañadas del gran polvo que se levanta en el arenero, es imposible respirar, intentas taparte con el abrigo pero aún así es inútil. Pides a los niños que por favor no jueguen a tirarse arena, pero claro, tienes que entender que son niños y que es su juego preferido.
Del cigarro olvídate claro, lo dejas para el descanso de la comida, aunque en realidad tienes la sensación de haberte fumado una cajetilla entera.
En estos momentos vuelves a pensar: “Qué ganas tengo de estar en paro, levantarme cada mañana a la hora que quiera y hacer lo que me de la gana en cada momento”.
Llegas a clase, ahora una horita de escritura, por lo menos los niños estarán entretenidos y a ti te dará tiempo de contestar las agendas. Miras una, otra, otra. ¡No es posible! Ya han terminado las cuatro fichas que les he mandado, bueno seguro que lo han hecho muy deprisa… vamos a ver, jolín, están bien hechas, no les puedo mandar repetirlas, bueno no pasa nada, les propongo hacer un dibujo. El problema de esto es que de repente el resto de la clase terminan la ficha y están como locos porque se la corrijas para poder hacer ellos también un dibujo… en el fondo echas de menos el tener tiempo para disfrutar de ellos, de escuchar sus pensamientos, sus inquietudes, pero es imposible con tanto trabajo.
Bueno el trabajo pendiente te tocará terminarlo a medio día, no te queda otra.
“Venga chicos lavaros las manos y a comer”. Menuda juerga con el grifo, ni que fuera verano e hiciera 40 grados. “Chicos dejar el agua, ¡Mirar como os estáis poniendo! ¡Hace mucho frío y os estáis empapando el baby!
Del comedor ni hablamos, sería demasiado locura comentar cada caso.
Y por fin tus 45 minutos de tranquilidad. Bajas al comedor con tus compañeras, por lo menos coméis todas juntas y os da tiempo a despejaros un poco… aunque luego tienes una reunión con unos padres.
Por fin te sientas a comer tranquilamente y a comentar el día con tus compañeras. En ese momento llega la directora: “¿Qué tal chicas? ¿Todas tenéis vigilancia ahora verdad?.”Yo no”, contestas muy fielmente. “Pues entonces tienes que hacer la vigilancia que le toca hacer al profesor de gimnasia, está enfermo”. Te tocó, eso te pasa por ser novata. “Ya… pero yo… tengo una reunión con unos padres ahora… no me va a dar tiempo a comer…” “Bueno pues come más rápido”, te contestan. Total, que al final comes rápido y mal, no te da tiempo a fumarte el cigarro que tanto esperabas en el recreo, tienes la entrevista con los padres con la comida aun en la boca y después siesta con los peques. Entonces piensas: “Malditos demonios, no son capaces de dormirse, con las ganas que yo tengo. Qué ganas tengo de estar en paro para poder echarme largas siestas…”
Puf, y así llegamos a las 15:00, la hora más dura del día, te entra todo el cansancio y morriña del día y encima te toca cantar en inglés. Bueno no pasa nada porque tienes un CD en el que te vienen todas las canciones y se oye perfectamente. Pues no, hoy le ha dado por no funcionar. Tócate los pies. Ahora te toca cantar a ti. Ya nos podemos imaginar que clase de inglés han tenido los pequeños niños… Y por fin a última hora juego libre. Tú mientras a grapar las 30 circulares que te acaban de dar en las 30 agendas…
Con el sudor en la frente y mirando el reloj cada cinco minutos superas lo que parece ser la última prueba del día, te sientes orgullosa.
Quedan 10 minutos para que vengan los padres, ahora a repartir niños: “Venga chicos, los de música a la clase de los elefantes, los de inglés a la clase de los monos, los de gimnasia a la de los gatos, bueno Javi a ti mejor te llevo yo y me aseguro de que llegues bien, los demás conmigo. ¡Todos con el abrigo puesto! ¿Lleváis todo? ¿La agenda? ¿El Baby? ¿El regalo para los abuelos? Venga chicos que hoy es viernes no os olvidéis de coger todo ok?.
Parece que has superado el día, estás agotada… ahora saluda a los padres, la mayoría muy majos, pero cómo no, tiene que venir “la Petra”… y como no te tiene que montar el pollo, tú sonríes, mientras que por dentro piensas: “Qué ganas tengo de estar en paro y no volver a ver a esta mujer nunca más…”
Ya están todos los niños repartidos, menos uno claro, que te lo llevas a secretaría. El pobre niño no tiene la culpa, pero claro ya se podía dar cuenta su madre, ¡Siempre viene tarde! Le dejas junto a la puerta mientras te pones el abrigo y preparas tus cosas. Por fin aparece la madre.”Ya era hora”, piensas.
Qué alegría, ya se ha acabado el día. Te despides de tus compañeras y te diriges a fichar cuando oyes una voz: “Bueno chicas, ¿preparadas para poner el Belén?”. ”¿Quéeee? ¿Hoy? No puede ser…. Hoy no por favor, estoy cansada y llevo toda la semana llegando a las 7 a casa, que si curso de tal, que si curso de pascual, que si reunión de coordinación, que si claustro, que si extraescolar de mi compañero que está malo… venga hombre, me merezco un respiro, ¿no?”
De nuevo vuelves a pensar: “Qué ganas tengo de estar en paro, hacer lo que quiera y cuando quiera y tener un poquito de vida social…”
Hace poco mi deseo se cumplió y por fin estoy en paro y os puedo decir que a día de hoy mi pensamiento cambia, ahora la frase que recorre mi mente cada minuto es: “Qué ganas tengo de estar trabajando y llegar muerta a casa donde aún me quedan muchas cosas por hacer…”
Pues sí, queridos anónimos, hoy os dice una “parada”, que el estar en paro no es una gran suerte, sino una pequeña “desgracia”. Cuanto menos tiempo se tiene más tiempo se aprovecha y en este caso la ley del parado es: mañana, mañana, total tengo tiempo de sobra. Yo más bien soy partidaria de: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, pero creedme, cuando estás en paro éste lema está presente en tu mente, pero eres incapaz de cumplirlo, la pereza te absorbe.
Ahora os digo que si tenéis la oportunidad de trabajar, aunque os de mucha pereza no digáis no, porque los primeros días en paro pueden ser geniales, puedes aprovechar a hacer viajes, salir, entrar, ir de un lado a otro, pero pensar que en esta vida todo en exceso termina cansando.
martes, 29 de enero de 2008
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3 comentarios:
Bien. Me han gustado mucho tus reflexiones. Muy maduras, aunque sospecho que eres muy joven.
Sí, la vida está hecha para trabajar. Es así, ¡qué le vamos a hacer! Cuando eres joven pones entusiasmo, necesario, en lo que haces, en lo que trabajas. Te apetece un tiempo de ocio, claro, como a todos. Pero estoy contigo, a más tiempo menos cosas se hacen.
Soy mucho mayor que tú y, que yo recuerde, sólo estuve en paro apenas quince días en 35 años de trabajo... Y no los echo de menos, aunque te confieso que, ahora, me encantaría jubilarme y estar en el paro, pero no en el "paro" para no hacer nada, no. Aún me quedan muchas cosas que escribir, muchos libros que leer, muchos partidos de squash que jugar, mucha música que escuchar, muchos museos que visitar, muca catedrales que contemplar, muchos viajes por hacer...
Sigue escribiendo. Me gusta como lo haces.
Te voy a recomendar a un blog amigo, un blog que, ya verás, es una delicia. Se llama la fábrica de sueños. La puedes encontrar en: http://lafabricadeberrendita.blogspot.com/
Un abrazo.
De nuevo te doy las gracias, Guarismo. Sobre todo por tus ánimos.
El blog de Berrendita ya lo he visto, entro de vez en cuando a echar un vistazo, a ése y al tuyo.
Es un placer leer escritos vuestros, se nota que llevais muchos años en esto. Espero algún día escribir como vosotros.
Un abrazo
Pues estoy completamente de acuerdo con guarismo, tus reflexiones son muy maduras, pero que es creo yo que tu siempre has sido muy responsable, se nota en lo que escribes.
El paro... que te puedo yo decir del paro. Estuve parada 14 años cuidando de mis dos niños. Fueron los mejores de mi vida te lo puedo asegurar pero así y todo sentía nostalgia del trabajo.
Del cafetito con las compañeras, las confidencias con las amigas, el desahogo con gente que te importa pero no tanto pues no te comprometen .
Aprovecha cada instante que estas parada, seguramente será una ocasión única en tu vida. Haz todo aquello que te apetezca, disfruta de tu tiempo libre, estudia, lee, escucha música, juega con tus mascotas si las tienes, en fin...
Llegará el día en que estarás trabajando tanto, tan estresada, tan ocupada, que recordarás estos días también con nostalgia, pero no te importará pues en tu fuero interno sabrás que los aprovechaste y que estas en tiempo de siembra para poder recoger la cosecha el día que te jubiles.
Animo J.J., el mundo es tuyo, es como una manzana preciosa y deliciosa que te vas a comer de un gran bocado.
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